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dijous, 3 de gener del 2013

Batalla legal per La Rotonda

Foto: e-notícies
Notícia apareguda l'11 de desembre de 2012 a l'e-notícies

Qui passegi aquests dies per Sant Gervasi no veurà el monument modernista conegut com La Rotonda, però darrera la lona que el tapa podrà escoltar el ritme de les obres que s’hi executen. Mentre la promotora contractada per Núñez i Navarro parla de rehabilitació per construir-hi oficines i aparcaments, l’Associació de Defensa de la Rotonda, formada per una trentena de veïns de Sant Gervasi, ho considera una destrucció del patrimoni arquitectònic.

L’Associació ha formalitzat dues denúncies, una al jutjat contenciós-administratiu i l’altra al Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, contra el pla de millora aprovat pel consistori, que dóna permís a la promotora i li atorga la llicència per fer les obres.

Els veïns diuen que el projecte de remodelació incompleix l’article 23 del Pla Especial de Patrimoni Arquitectònic de Barcelona: “es fan obres de substitució, es fan intervencions de reestructuració que afecten els elements que configuren l’estructura tipològica de l’edificació, es fa un augment de volum afectant els valors protegits i s’enderroquen parts protegides plenament recuperables”.

I afegeix que l’estat actual de conservació “s’ha vist agreujat per una manca sostinguda de manteniment, negligència de la propietat i l’incompliment de les normes de protecció del patrimoni”. Una al·lusió a l’article 15, sobre el deure legal de conservació.

L’edifici forma part del catàleg de 115 monuments inclosos en la ruta del Modernisme. La seva fitxa de patrimoni diu que qualsevol intervenció ha de mantenir el volum original de l'edifici i tendirà a la reducció de cossos afegits a la planta superior.

La constructora compta amb la llicència d’obres concedida pel Consell Plenari de l’Ajuntament de Barcelona el 21 de febrer de 2011, després que l’arquitecte de la promotora, Alfredo Arribas, presentés el projecte de reforma i ampliació. “Dues administracions de colors molt diferents han donat suport al projecte”, recorda Arribas.

L’arquitecte assegura que s’estan “reculant volums perquè es pugui entendre l’edifici modernista” i considera que l’afegit de Sagnier, on hi anirà la sortida cotxes del pàrquing, “és una obra vergonyosa que no surt a cap catàleg de la ciutat”.


Interior del saló noucentista de la Rotonda de Sagnier, enderrocat per Núñez y Navarro.

Arribas es refereix al veïns de l’associació com “una colla d’il·luminats”, i assegura que les obres són l’únic camí per preservar la façana modernista i evitar que progressi el deteriorament de l’edifici.

La presidenta del moviment veïnal, Àngels Garcia, també arquitecte, lamenta que l’alcalde Trias s’hagi desdit de les declaracions fetes quan era a l’oposició i afirmava que la llicència d’obres havia estat “un error”.

El moviment veïnal guanya adeptes amb la difusió de la controvèrsia per via de les xarxes socials. "Es mol trist, una desgracia, perquè puntualment i a poc a poc, ens anem carregant les icones arquitectòniques de Barcelona, que com, en aquest cas, donen identitat als barris de Sant Gervasi i la Bonanova i desfiguren la porta monumental d'accés al Tibidabo" lamenta el vicepresident de SOS Monuments, Salvador Tarragó, qui acusa Arribas de "destrossar la unitat de l'illa de la Rotonda".

dimarts, 1 de gener del 2013

"Salvem la Rotonda!" article de Patricia Gabancho a "El País" d'ahir, 31 de desembre de 2012

La misma ciudad que sensatamente protege el Parque Güell ha dejado en el aire la majestuosa y decadente Rotonda
Hace muchos años, con Pasqual Maragall en la alcaldía, el Ayuntamiento de Barcelona decidió proteger el Laberinto de Horta, el parque más antiguo de la ciudad, con una módica entrada disuasoria. El grupo municipal convergente puso el grito en cielo de la demagogia, aduciendo que se privatizaba un espacio público, del cual quedaban expulsados los vecinos. Pero el tiempo es implacable y ahora es el alcalde convergente quien pone precio al Parque Güell, por la misma razón: para protegerlo del vandalismo espontáneo que produce la masificación.
La sargantana polícroma de la entrada ve pasar nueve millones de personas cada año, que vienen a ser 25.000 cada día, y todas le acarician el lomo, todas se reclinan contra los azulejos para salir mejor en la foto. Dicen las estadísticas que el 86% son turistas. De manera que se hizo lo mismo que en el Laberinto: instituir la gratuidad para los vecinos de proximidad, un acceso fácil para los barceloneses y una entrada módica para el resto de visitantes, con hora previa de visita para evitar aglomeraciones. De paso, se intentará poner un poco de orden en la espesa coreografía de autocares.
Esta vez, todos calladitos: el tema se aprobó en uno de esos plenarios que tienen por costumbre anular cualquier resolución del débil Gobierno municipal. El Laberinto continúa cobrando su entrada, como tantos jardines patrimoniales europeos, y ya nadie se acuerda de la falsa polémica. La ciudad crece, los conceptos maduran. Que no quiere decir que todo el patrimonio esté bajo cuidado oficial: a veces, los vecinos se ven obligados a volver a esas antiguas luchas artesanales que, entre pancartas y asambleas, salvaban un edificio amenazado por la voracidad comercial. Pues eso: en la misma ciudad que sensatamente protege el Parque Güell se ha quedado en el aire la majestuosa y decadente mole de La Rotonda, allí donde la ciudad se hace montaña. Para más ironía, quien le ha metido mano —y si digo mano digo excavadora— es quien más torturó al Eixample durante la Transición, es decir, Núñez y Navarro. En este caso opera con los papeles en regla.
Salvador Andreu, el médico de las pastillas contra la tos, planificó un edificio singular en el engarce de “su” avenida —fue el impulsor del Tibidabo— con el paseo de Sant Gervasi. Primero fue el Metropolitan, el hotel de lujo preferido de Tita Cervera y su Tarzán, después un hospital de enfermos terminales: ya se ve que la cosa no iba a acabar bien. Joan Valls, que describe edificios fantasmales en su libro Inhòspits, se pasea por una Rotonda vacía y con las ventanas quebradas; confiesa tener los pelos de punta. Reporta murmullos y llantos entre las paredes desconchadas. Hoy la Rotonda está envuelta por una lona, con alegres dibujitos de Mariscal, y por detrás le van comiendo las entrañas las máquinas que tienen que transformarla en un complejo de oficinas.
Es cierto que el edificio fue sufriendo modificaciones en su azarosa vida, con nuevos volúmenes y remontas firmadas por Enric Sagnier y su hijo. Y también que no está protegido in totum porque estar o no en el catálogo de intocables fue, en su momento, una lotería, o una batalla contra los intereses creados. Pero una de las cosas protegidas es el volumen.
El arquitecto Alfredo Arribas ha dibujado 3.000 metros cuadrados de oficinas y cinco plantas de aparcamiento, que obligan a deconstruir el 80% del edificio para hacerlo más alto, más blanco, más ciego. Los vecinos, que recuerdan los salones nobles de antiguas bodas, han puesto el caso en los tribunales. El proyecto claramente vulnera todo lo que hay que vulnerar. Pero eso también tiene historia y tiene firma. Se ve que la Generalitat tripartita quería alquilar el conjunto ya transformado para instalar una conselleria, cosa que facilitó la negociación del proyecto, avalado por Ramon García Bragado. O sea, aquel que autorizó el hotel del Palau —por lo que está imputado— y otras perversiones en viejos edificios que ahora son hoteles de lujo, eso sí, firmados por arquitectos progres. El maragallismo nunca tuvo memoria: fue un momento brillante lanzado a conquistar el futuro. Los flecos ya desgastados de un sueño sin raíces dan para estos despropósitos, por no decir estos monstruos.
Patricia Gabancho